lunes, 19 de enero de 2015

PARA REFLEXIONAR.



Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una serie de heridas y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a aprender a aceptar y amar incondicionalmente partes de nosotros que hasta ahora han vivido ignoradas y con miedo. Somos atraídos hacia padres con heridas como las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar.
Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser responsables y a amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la sanación del alma.
¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona te acusa a ti de lo mismo? Verifícalo con la otra persona y aparte de sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios.
No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia.
La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana y para eso hay que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre y aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos humanos y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra herencia divina.
Las cinco heridas del alma más comunes son:
- El rechazo
- El abandono
- La humillación
- La traición
- La injusticia
No necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada cual puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el primer paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas es porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni sentir esa herida.

-Resumen del libro de Lise Burbeau.

 Las cinco heridas del alma.
(A través de Tierra de Chamanes)

miércoles, 14 de enero de 2015

LA RESILIENCIA




La resiliencia es una característica que puede aparecer como producto de una interacción positiva entre el componente personal y ambiental de un individuo pero también como una forma para poder responder ante situaciones de conflicto.
Los dones que se le otorgan a las personas son grandes, y por tanto existe garantía del éxito, pero todo depende de las cualidades personales, sociales y el estilo con que las pruebas vayan adquiriendo valor .
Sin embargo la vasta variedad de información que se suministra, tanto positiva como negativa, puede hacer que la persona se vea así misma de una manera más clara de la forma en que se percibía antes de someterse a las pruebas difíciles de su vida.
Es claro que la resiliencia no se desarrolla en todos los individuos de la misma forma y que cada uno tiene diversas maneras de desenvolverse y adquirir capacidades para superar sus problemas que según Kolb (1973) por lo cual es necesario dejar claro que cada cual forma sus capacidades y elige como desarrollarlas.

La resiliencia es un tema que se ha tocado mucho en estos últimos tiempos, aportándonos una  capacidad que nos permite enfrentar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas y salir fortalecidos de ellas. Esto implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.

No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia. La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana y para eso hay que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre y aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos humanos y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra herencia divina.
No existe una vida dura, sino momentos difíciles. Y no se trata de una simple disquisición terminológica, sino de una manera diferente y más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan enfrentar la vida con una sonrisa en los labios.
Esto  no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética a predisponer o tener un “buen carácter”. Todos lo podemos desarrollar a lo largo de la vida.  Hay personas que son resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo  a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica que todos lo podemos ser,  siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida.
Se rodean de personas que tienen una actitud positiva, saben cultivar sus amistades, generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles.

Fuente: Kolb, C. L. (1973). Resiliencia . Psiquiatría Clínica Moderna . México: La Prensa Médica Mexicana . 
               
Publicado por: CBAna María.