jueves, 30 de agosto de 2012

EL DESTINO NO EXISTE (aunque lo parezca)

Publicado por CB Ana María

“La diferencia entre lo posible y lo imposible es la medida de la voluntad del ser humano”
                                                   Lao-Tzú. Siglo V a de C.

No podemos escoger el tiempo ni el lugar adonde hemos ido a nacer,
pero si la actitud con la que vivir plenamente, no importa cuál sea nuestra
circunstancia.
Que el destino no existe lo siente cada día más un mayor número de
población, incluso entre aquellos que siguen asistiendo a algún tipo de
feligresía. Los desarrollos cientí!cos están siendo cada vez más abrumadores
para que la gente siga relegando sus decisiones al poder de un demiurgo
mediador entre las fuerzas de la naturaleza y nuestras pretendidamente
desvalidas personas. Cada vez con más o menos con!anza y pase lo que
pase, y pese a nuestros propios deseos de protección divina, tomamos el
camino de nuestra propia autodeterminación.
Como un torrente que nace en la cima de las montañas, creado por el
deshielo súbito de un glaciar dormido, no sabemos por donde va a "uir el
rio, pero no importa, no plani!camos, con!amos que la naturaleza reine y
disponga. Vivimos cada paso como si fuera el último, pero sabiendo que es
el primero de una experiencia que nos va a llenar el corazón.
Probablemente si estuviéramos atentos a lo que va ocurriendo orientaríamos
mejor esos planes. Es lo que se llama alegóricamente abrir los ojos.
CIENTÍFICAMENTE NO TIENE SENTIDO
HABLAR DE DESTINO
Un día Nasrudin se paseaba por la plaza con sus discípulos en el momento
de que los soldados se llevaban a un reo para ser ajusticiado. Uno de los
discípulos dijo:
-Maestro, ¿estaba escrito el destino de ese hombre que hoy iba a ser ahorcado
por robar unos bollos?
-¿Qué? – despertó el maestro de sus ensoñaciones y dirigió la mirada a la
escena, y se tomó su tiempo en contestar - ¿Es destino? ¿Que qué es el
destino? Bueno, en el caso de ese pobre diablo, si aquel día no hubiera salido
de su casa con un hambre insoportable, después de haber pasado varios
días sin conseguir comida, y no se hubiera tropezado con el penetrante
aroma de pan recién horneado sobre las bandejas exhibiéndose a la puerta
de la tienda de Abdulhamid, y hubiera podido resistir tan atroz tentación
de coger un bollo en el momento en que aparecía por la puerta el tendero…
Si éste no hubiera estado cortando masa en aquel momento y hubiera
salido por la puerta sin llevar el cuchillo en la mano, ambos hombres no
se habrían enzarzado en la pelea forzando el destino de la a!lada hoja de
metal. Si el hambriento no hubiera sido mucho más fuerte que el tendero,
esa hoja no habría ido a parar al estómago de este, con la fatal consecuencia
que todos sabemos, ya que vemos cómo se llevan al ladrón a la horca por
asesinato.
Ni siquiera para Einstein y su concepto del continuum, –según el cual todo
está conectado entre sí, como si todas las cosas, planetas, universos, etc.,
estuvieran situados en la super!cie de una enorme sábana, de forma que
si tiras levemente de un lado, lo detectan en el otro extremo–, existe ese
monstruo catastro!sta, llamado destino, capaz de escribir en esa sábana
el guión de las veces que este o aquel villano, con nombre, apellidos y
nacionalidad, iba a tirar de ella para provocar esta o aquella masacre.
Para el eminente sabio, el que todo esté conectado de forma perfectamente
predecible, y cuando lanza su famosa frase “Dios no juega a los dados” para
zanjar la controversia con Heissenberg y su Principio de Indeterminación,
quiso dar a entender que la armonía del universo es algo que trasciende
el limitado conocimiento humano, incapaz de comprender su totalidad
en conjunto y por tanto encontrar la explicación a los fenómenos que nos
ocurren. Pero en absoluto estaba pensando en que un Demiurgo hubiera
escrito de puño y letra el guión de lo que ocurriría a la humanidad hasta el
más mínimo detalle.
Einstein fue mucho más allá de Newton y su absoluto “Deus est Machina”
(Dios es una máquina), incorporando la sutilidad de su teoría a esos
extremos de la física como son velocidad de la luz o de lo extremadamente
pequeño, donde el Inglés no pudo llegar. Campos en los que la física
trasciende a la metafísica (“meta” en latín, “ir más allá”), y por los cuales
buceos llegó a destruir la absolutez del tiempo y el espacio, y proponer
algo tan sencillo que incluso tiene sentido para la lógica cotidiana y no

solamente para el funcionamiento de un ciclotrón: “el tiempo solo es la
medida de dos acontecimientos”.

Fuente: EL DESTINO NO EXISTE (aunque lo parezca)
Autor: Juan Trigo.

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