miércoles, 21 de noviembre de 2012

Casa Vacía

Publicado por CB Ana María




Después de tantos años, me encaminé con una moderada expectativa a la casa vacía.

El abuelo, que llevaba varios años de viudez finalmente asumida me la había dejado en su testamento, con la expresa condición con la exoresa condición que no la pusiera en venta; más aún, de que me instalara.
Antes de decidir si iba a obedecer o no esa última voluntad, quise volver, en una mera visita de inspección, a aquel albergueque en cierto sentido también había sido mío. Gracias a la amable gestión de un vecino, que fuera buen amigo del abuelo, tan amigo que tenía una llave de la casa, dos laborantes de toda confianza se habían encargado de una limpieza a fondo, de modo que cuando traspasé el veteado umbral del mármol, me encontré con una prólija casa vacía. Vacía de personas, claro, pero no de mobiliario cuadro, lámparas, apliques.

Comencé mi revisón. Verdadera calistemia de la memoria. Como mis padres habían encontrado una muerte prematura en un accidente de carretera, yo viví toda mi infancia con el Abuelo. Luego me indenpendicé fuí estudiante vigilado y financiado por el abuelo, que solía estar metido en negocios siempre legales, y en esos períodos me pedía que le cuidara su vivienda.

Ahora cuando ya no está el abuelo porque el último de sus viajes fue sin regreso, yo y mi memoria nos tendemos en el lecho mayúsculo. Por fín mido con optimismo mi futuro y tomo una decisión. Voy a quedarme con este confortable y estimulante lecho. Y de paso, aunque importe mucho menos, con el resto de la casa vacía.

Cuando he terminado de leer este poema de Don Mario Benedetti, en el libro: El porvenir de mi pasado;  traje a mi mente una serie de reflexiones, que cuando leí el título no pensé que sería tan interesante...
 

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