Publicado por CB Ana María
¿Por qué tienes unas orejotas tan grandes y la boca tan pequeña? Porque debemos escuchar más y hablar menos. Puede que hablar sea una necesidad, pero escuchar es ¡un arte!
Un día cualquiera de nuestra vida, reflexionamos todo lo que decimos durante el día, y nos damos cuenta que <<no nos escuchamos>> que es más fácil utilizar a otros, que predicar con el ejemplo. Debemos entender que cada uno necesita su espacio, su tiempo y ser respetado.
¿Cómo podríamos
aprender a escuchar desde el punto de vista psicológico? Porque saber escuchar
lógicamente, o saber escuchar, dijéramos, físicamente, es cosa relativamente
fácil, pero psicológicamente, ¡cuán difícil es saber escuchar!
Hay que estar en
actitud receptiva. Esos que están llenos de orgullo, de auto-suficiencia, esos
que están rellenos de teorías, ¿creen ustedes acaso que se encuentran en el
estado preciso para poder escucharnos? Ante todo, tenemos que reconocer nuestra
propia miseria interior, antes de poder escuchar
a otros. Pues antes, si hemos escuchado nosotros miles y hasta millones de veces, lo que nos
han dicho, y creemos que la hemos
escuchado, pero en realidad de verdad, no hemos escuchado nada.
Ven ustedes qué
difícil es saber escuchar, vean ustedes cuán trabajoso es. Se necesita ante
todo ser conscientes, si queremos saber escuchar.
Así que, nosotros debemos volvernos cada vez más
receptivos debemos aprender a escuchar psicológicamente. Para poder escuchar,
hay que estar atentos a los que nos quieren decir, ser conscientes...!
Un cuento Zen, nos
trae a colación.
Un discípulo que se
quejaba constantemente a su Maestro de que le ocultaba el secreto último del
Zen.
«Un día, el Maestro
se lo llevó a pasear con él por el monte. Mientras paseaban, oyeron cantar a un
pájaro.
—'¿Has oído el canto
de ese pájaro?', le preguntó el Maestro.
—'Sí',
respondió el discípulo.
—'Bien, ahora ya
sabes que no te he estado ocultando nada'.
—'Sí', asintió el
discípulo»'.
Oír, escuchar,
contemplar…. requieren un ámbito y una actitud bien distintos de los que
habitualmente nos rodean: ruidos, o palabras. «Palabras para cantar, palabras
para rezar, palabras para llorar, palabras, palabras, palabras...» ¿Es lo mismo
«escuchar» que «oir»? Los psicólogos destacan la importancia de esta dinámica
del escuchar, calificándola con elocuentes epítetos. C. Rogers hablará del
«escuchar empático»; R. Carkhuff, del «escuchar activo», como contrapuesto al
pasivo; J. Rowan, del «escuchar holístico» (la escucha como proceso de la
totalidad); y E. Gendlin, del «escuchar absoluto» o del «escuchar terapéutico»,
subrayando en este caso que la escucha no es sólo una mera disposición o simple
paso dentro de un proceso de cambio, sino que puede ser en sí misma un proceso
sonante, por la capacidad que tiene de facilitar la clave de comprensión de los
significados. M. Marroquín ha insistido en esta misma línea, encuadrando la escucha
activa como una destreza imprescindible en cualquier tipo de relación de ayuda.
También se ha
categorizado adecuadamente el escuchar como el proceso de la atención
psicológica interna. Escuchamos desde nuestro adentro, limpio de ruidos, y con
la atención relajada. Es indudable que hay personas con más habilidad que otras
para manejar estos procesos de forma natural, lo mismo que hay personas más
hábiles para hablar, que para escuchar
«La mayoría de
nosotros escuchamos a través de una pantalla de resistencia. De una auténtica
escucha nos separan nuestros prejuicios, sean religiosos o espirituales,
psicológicos o científicos; nos separan nuestras preocupaciones diarias,
nuestros deseos o expectativas, nuestros miedos, etc. Y con esto como
pantalla... ¡escuchamos! Por lo cual, lo que realmente escuchamos es... nuestro
ruido, nuestro sonido, no lo que realmente está siendo dicho...»
Escuchar y ser
escuchado: es un arte experiencial. Cuando realmente puedo escuchar a alguien, me pone en contacto con él individuo, enriquece
mi vida. A través de la escucha he aprendido todo lo que sé sobre los
individuos, la personalidad y las relaciones interpersonales. La falta de
comunicación, que era —y sigue siendo— tan común.
Me gusta ser
escuchada!!. Innumerables veces en mi vida, me he encontrado dando vueltas a
una misma cosa o invadida por sentimientos de inutilidad o de desprecio. Creo
que he sido más afortunada que muchos, al encontrar en esos momentos a
individuos que han sido capaces de escuchar mis sentimientos más profundamente
de como los he conocido yo, escuchándome sin juzgarme ni evaluarme...»