El tren de las
oportunidades no tiene marcha atrás.
Las virtudes de saber
vivir, o de vivir a plenitud.
Algunas personas se
transforman mediante el dolor y las crisis, otras se instalan en la amargura,
la tristeza y la desolación, se abandonan en una actitud de víctimas. Las crisis
y las pérdidas son las grandes maestras de la vida que nos colocan al borde del
abismo. Podemos elegir entre ser aprendices, discípulos de la vida o víctimas.
El fracaso es una experiencia
imprescindible que nos ayuda a madurar, a ser humildes, mientras que el éxito
continuado puede mantenernos en un estado de omnipotencia y superficialidad.
Tenemos la opción de sufrir y lamentarnos,
llorar, criticar o aceptar que esto forma
parte de la vida, y colaborar con lo inevitable para que sea una etapa creativa
y enriquecedora. Buscar un significado positivo y afrontar la crisis de manera
constructiva, preguntándonos: ¿Qué sentido tiene esto en mi vida?, ¿qué me
aporta?, ¿qué parte de mí necesita y pide crecer? Hay infinidad de muertes y
renacimientos en la vida. Es necesario rendirse y dejar que la vida nos
transforme para acceder a nuevos niveles de conciencia. En algún momento
veremos lo que atravesamos fue un peldaño más de esa larga escalera que nos
conduce a la Luz de la conciencia.
He cambiado mi
percepción gracias a que en la vida me he dado cuenta de que predominan las
cosas positivas.
El universo se está
formando conforme interactuamos con él. Es decir, que si no sabes nada de algo,
no puedes observarlo. Si no has llegado a ciertas profundidades de tu espacio
interior, no vas a poder percibirlas tampoco en otros.
No hace falta
comunicarlo, sino predicarlo con el ejemplo, allí es donde se nota el cambio.
Es
muy fácil dar consejos a los demás, lo difícil es ponerlos en práctica en
nuestra propia vida. Si no tenemos la coherencia y la constancia de practicar
lo que pregonamos, muy pronto, nadie nos va a prestar atención y mucho menos
respetar.
¿Qué se logra cuando
decido hacer cosas que antes creía que no era capaz de hacer? Esas son preguntas
que siempre se hacen sin lograr la respuesta. Sólo siendo humildes,
nos conectamos rápidamente con la compasión y quien siente compasión por los
demás, empieza a vivir con pasión su verdadera vida. Todos quieren estar por
encima de todos. Esa es la causa principal de los malos entendidos. El hombre
de carácter humilde siempre comprende a los demás. Él nunca está por encima de
nadie. Él nunca se siente superior a nadie. En cada conversación que mantenemos
abunda el pronombre “YO”. Yo hice esto, yo hice aquello. Yo di esto, yo di
aquello. Yo logré esto, yo logré aquello. Un hombre con humildad raramente
utiliza ese pronombre. En su conversación abundan los pronombres “nosotros” y
“ustedes”.
El hombre comprensivo
discute muy poco. Casi nada, o frena la discusión a tiempo. Se da cuenta de que
en una discusión, nadie gana. Cuando Ustedes piensan que la han ganado, se dan
cuenta tarde o temprano, de que no han convencido a la otra persona; más bien
la han cansado. En ese proceso se pierden muchísimos amigos. El hombre
comprensivo sabe que hay que ponerse de acuerdo, a pesar de las diferencias.
Incluso, cuando él no está de acuerdo, respeta a la otra persona. Antes de
calumniar, se olvida de su ego, y practica lo que predica.