En el mismo momento de
nacer ya estamos aprendiendo. Aprender es un proceso innato y consustancial
para mantener la vida. Es imprescindible para que la especie sobreviva. Es la
necesidad más vieja del mundo: como comer, beber o reproducirse. Cualquier
individuo biológico que no pudiera aprender, o que aprendiera mal, perecería
pronto, como perecería quien no comiera ni bebiera. La vida no sería viable sin
el aprendizaje.
Durante muchísimos años
nos han recalcado que debemos estudiar, aprender, sin conformarnos con lo que
sabemos, tenemos que seguir cada día en este mundo competitivo…pero acaso en ¿algún
momento se han dado a la tarea de ayudarnos cuando los necesitamos? Desde niños
están en esa constante lucha con nosotros, pero nadie nos explica, orienta o
sugiere como podemos llegar a ser mejores personas sin desperdiciar todo lo
aprendido.
Todos nos merecemos
vivir en paz. Por eso nunca nos debemos sentir mal cuando decimos que no a algo
o alguien solo por un compromiso, porque lo importante en todo momento es
nuestra paz interior.
Siempre debemos ser
agradecidos con las personas que nos dan la oportunidad de crecer y aprender de
acuerdo a nuestras necesidades y requerimientos.
“No mires hacia delante,
no mires hacia atrás, mira hacia adentro” ~Alejandro Jodorowsky.
En la actualidad se ha
demostrado científicamente que la adquisición de conocimientos, ya sean en las
aulas o en la vida, no se consigue al memorizar, ni al repetir una y otra vez,
sino al hacer, experimentar y, sobre todo, emocionarnos. La emoción, los sentimientos,
sus mecanismos cerebrales y su expresión en la conducta son el pilar esencial
que los profesionales de la educación deben conocer para construir las bases
sólidas de la enseñanza.