Todos los días
aprendemos, así que las oportunidades no se pierden en la vida. El pasado puede
doler pero no debe ser una carga para nuestro presente aunque tengamos que
vivir experiencias difíciles.
No sirve de nada
volver a ver el pasado si se mira con temor, se debe ver como lección aprendida
y perdonar sinceramente los errores cometidos...
Deja a un lado tu
pasado, tus miedos y todo lo que te tiene aferrado a una ilusión. Ésta es tu
vida y, si realmente te das cuenta cada uno debe vivirla lo mejor que sabe
hacerlo.
Darnos una segunda oportunidad
ya sea en el amor, en el trabajo, superar la muerte de un ser querido, resiliencia,
reinventarse, volver a empezar, pueden usar el nombre que quieran darle, lo
importante es tener claro que queremos empezar de nuevo.
Muchas veces has
pensado que debes hacer algo para reinventarte, porque has tenido cambios
importantes en tu vida, que has llegado a pensar que te desmoronas, sintiéndote
sin energías, desvalido, triste, sentías que todo llegaba de repente y no
lograbas ver la lección que debías aprender con este proceso que estabas
viviendo.
Cuando estamos llenos
de incertidumbre no sabemos cómo salir de esa situación.
Date una nueva
oportunidad, reinvéntate, agudiza el ingenio para que salga la parte de ti que
quizás tú mismo no conozcas, en esos momentos cuando una persona tiene que
echar mano de su capacidad para sobreponerse a las adversidades.
Aquí les dejo un
cuento que cuando lo leí me sirvió de mucha ayuda. Espero que a uds. también
les ayude a reflexionar.
Cuento rescatado del
libro del Dr. Mario Alonso Puig titulado Reinventarse..
Un soberano de un
gran reino se encontraba ya en una avanzada edad y quería asegurarse de que,
antes de abandonar el mundo, le transmitía a su hijo una importante lección. A
lo largo de las épocas más difíciles de su reinado, aquello había sido clave
para mantenerse firme y conseguir que finalmente reinara en su país la paz y la
armonía. Por alguna razón, el joven príncipe no acababa de entender lo que su
padre le decía.
Si, padre, comprendo
que para ti es muy importante el equilibrio, pero creo que es más importante la
astucia y el poder.
Un día cuando el rey
cabalgaba con su corcel, tuvo una gran idea.
Tal vez mi hijo no
necesita que yo se lo repita más veces, sino verlo representado de alguna
manera.
Llevado por un lógico
entusiasmo, convocó a las personas más importantes de su corte en el salón
principal del palacio.
Quiero que se
convoque un concurso de pintura, el más grande e importante que se haya nunca
creado. Los pregoneros han de hacer saber en todos los lugares del mundo que se
dará una extraordinaria recompensa al ganador del concurso.
Majestad, preguntó
uno de los nobles, ¿cuál es el tema del concurso?
El tema es la
serenidad, el equilibrio. Solo una orden os doy. Bajo ningún concepto rechacéis
ninguna obra, por extraña que os parezca o por disgusto que os cause.
Aquellos nobles se
alejaron sin entender muy bien la sorprendente instrucción que el rey les había
dado.
De todos los lugares
del mundo conocido acudieron maravillosos cuadros. Algunos de ellos mostraban
mares en calma, otros cielos despejados en los que una bandada de pájaros
planeaba creando una sensación de calma, paz y serenidad.
Los nobles estaban
entusiasmados ante cuadros tan bellos.
Sin duda su majestad
el rey va a tener muy difícil elegir el cuadro ganador entre obras tan
magníficas.
De repente, ante el
asombro de todos, apareció un cuadro extrañísimo. Pintado con tonos oscuros y
con escasa luminosidad, reflejaba un mar revuelto en plena tempestad en el que
enormes olas golpeaban con violencia las rocas oscuras de un acantilado. El
cielo aparecía cubierto de enormes y oscuros nubarrones.
Los nobles se miraron
unos a otros sin salir de su incredulidad y pronto irrumpieron en burlas y
carcajadas.
Solo un demente
podría haber acudido a un concurso sobre la serenidad con un cuadro como éste.
Estaban a punto de
arrojarlo fuera de la sala cuando uno de los nobles se interpuso diciendo:
Tenemos una orden del
rey que no podemos desobedecer. Nos dijo que no se podía rechazar ningún cuadro
por extraño que fuese. Aunque no hayamos entendido esta orden, procede de
nuestro soberano y no podemos ignorarla.
Está bien, dijo otro
de los nobles, pero poned ese cuadro en aquel rincón, donde apenas se vea.
Llegó el día en el
que su majestad el rey tenía que decidir cuál era el cuadro ganador. Al llegar
al salón de la exposición su cara reflejaba un enorme júbilo y, sin embargo, a
medida que iba viendo las distintas obras su rostro transmitía una creciente decepción.
Majestad, ¿es que no
os satisface ninguna de estas obras? Preguntó uno de los nobles.
Si, si son muy
hermosas, de eso no cabe duda, pero hay algo que a todas ellas les falta.
El rey había llegado
al final de la exposición sin encontrar lo que tanto buscaba cuando, de
repente, se fijó en un cuadro que asomaba en un rincón.
¿Qué es lo que hay
allí que apenas se ve?
Es otro cuadro
majestad
¿Y por qué lo habéis
colocado en un lugar tan apartado?
Majestad, es un
cuadro pintado por un demente, nosotros lo habríamos rechazado, pero siguiendo
vuestras órdenes de aceptar todos los que llegaran, hemos decidido colocarlo en
un rincón para que no empañe la belleza del conjunto.
El rey, que tenía una
curiosidad natural, se acercó a ver aquel extraño cuadro, que, en efecto,
resultaba difícil de entender. Entonces hizo algo que ninguno de los miembros
de la corte había hecho y que era acercarse más y fijarse bien. Fue entonces
cuando, súbitamente, todo su rostro se iluminó y, alzando la voz, declaró:
Éste, éste es, sin
duda, el cuadro ganador.
Los nobles se miraron
unos a otros pensando que el rey había perdido la cabeza. Uno de ellos
tímidamente le preguntó:
Majestad, nunca hemos
discutido vuestros dictámenes, pero ¿qué veis en ese cuadro para que lo
declaréis ganador?
No lo habéis visto
bien, acercaos.
Cuando los nobles se
acercaron, el rey les mostró algo entre las rocas. Era un pequeño nido donde
había un pajarito recién nacido. La madre le daba de comer, completamente ajena
a la tormenta que estaba teniendo lugar.
El rey les explicó
qué era lo que tanto le ansiaba trasmitir a su hijo el príncipe.
La serenidad no surge
de vivir en las circunstancias ideales como reflejan los otros cuadros con sus
mares en calma y sus cielos despejados. La serenidad es la capacidad de
mantener centrada tu atención en medio de la dificultad, en aquello que para ti
es una prioridad.
Fuente: Reinventarse
Dr. Mario Alonso
Puig.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dudas, información, consultas. Todo comentario fuera de lugar no será publicado.