Querer encontrar la perfección en
lo imperfecto, es algo que tiene muy pendiente a la humanidad. Donde hay
necesidad difícilmente hay generosidad. Dar lo poco que se tiene y quedarse sin nada, no genera satisfacción. .
Hay muchas opciones, cada uno puede hacer con su vida lo que desee, pero sin
ningún egoísmo.
La medida de nuestras carencias,
está relacionada con nuestro egoísmo.
EL CUENTO DEL ÁRBOL
Este triste cuento que tiene
cientos de años te dirá mejor que yo lo que quiero explicar:
"Había una vez, en las
afueras de un pueblo, un árbol enorme y hermoso que vivía regalando a todos los
que se acercaban el frescor de su sombra, el aroma de sus flores y el increíble
canto de los pájaros que anidaban entre sus ramas.
El árbol era querido por todos,
pero especialmente por los niños, que trepaban por el tronco y se balanceaban
entre las ramas con su complicidad complaciente. Si bien el árbol amaba a la
gente, había un niño que era su preferido. Aparecía siempre al atardecer,
cuando los otros se iban.
-Hola, amiguito -decía el árbol, y
con gran esfuerzo bajaba sus ramas al suelo para ayudar al niño a trepar, permitiéndole
además cortar algunos de sus brotes verdes para hacerse una corona de hojas
aunque el desgarro le doliera un poco. El chico se balanceaba con ganas y le
contaba al árbol las cosas que le pasaban en casa.
Casi de un día para otro, el niño
se volvió adolescente y dejó de visitar al árbol. Pasó el tiempo... y de repente,
una tarde, el árbol lo vio caminando a lo lejos y lo llamó con entusiasmo: -Amigo…
amigo…Ven, acércate…Cuánto hace que no vienes… Trepa y charlemos.
-No tengo tiempo para
estupideces-dijo el muchacho.
-Pero…disfrutábamos tanto juntos
cuando eras pequeño…
-Antes no sabía que se necesitaba
dinero para vivir, ahora busco dinero ¿Tienes dinero para darme?
El árbol se entristeció un poco,
pero se repuso enseguida.
-No tengo dinero, pero tengo mis
ramas llenas de frutos. Podrías subir y llevarte algunos, venderlos y obtener
el dinero que necesitas… -Buena idea- dijo el muchacho, y subió por la rama que
el árbol le tendió para que trepara como cuando era chico.
Y arrancó todos los frutos del
árbol, incluidos los que aún no estaban maduros. Llenó con ellos unas bolsas de
arpillera y se fue al mercado.
El árbol se sorprendió de que su
amigo no le dijera ni gracias, pero dedujo que tendría urgencia por llegar
antes de que cerraran los compradores.
Pasaron diez años hasta que el
árbol vio pasar otra vez a su amigo. Era ya un adulto. -Qué grande estás- le
dijo emocionado-; ven, sube como cuando eras niño, cuéntame de ti. -No
entiendes nada, como para trepar estoy yo…Lo que necesito es una casa. ¿Podrías
acaso darme una?
El árbol pensó unos minutos. -No,
pero mis ramas son fuertes y elásticas. Podrías hacer una casa muy resistente
con ellas. El joven salió corriendo con la cara iluminada. Una hora más tarde,
con una sierra cortó cada una de sus ramas, tanto las secas como las verdes. El
árbol sintió el dolor, pero no se quejó. No quería que su amigo se sintiera
culpable.
El árbol guardó silencio hasta
que terminó la poda y después vio al joven alejarse esperando inútilmente una
mirada o gesto de gratitud que nunca sucedió.
Con el tronco desnudo, el árbol
se fue secando. Era demasiado viejo para hacer crecer nuevamente ramas y hojas
que lo alimentaran. Quizás por eso, porque ya estaba viejo cuando lo vio venir,
años después, solamente dijo:
-Hola. ¿Qué necesitas esta vez?
-Quiero viajar. Pero, ¿qué puedes
tú hacer? Ya no tienes ramas ni frutos que sirvan para vender.
-Que importa, hijo-dijo el
árbol-, puedes cortar mi tronco… con él quizá consigas construir una canoa para
recorrer el mundo a tus anchas.
-Buena idea-dijo el hombre.
Horas después volvió con un hacha
y taló el árbol. Hizo su canoa y se fue.
Del viejo árbol quedó tan sólo el
pequeño tocón a ras del suelo. Dicen que el árbol aún espera el regreso de su
amigo para que le cuente de su viaje. Nunca se dio cuenta que ya no volvería.
El niño ha crecido, pero tristemente se ha vuelto un hombre de esos que nunca
vuelven a donde no hay nada más para tomar. El árbol espera, vacío, aunque sabe
que no tiene nada más para dar.
Abrazos energéticos de LUZ y AMOR.
Fuente: Cuento del árbol
Jorge Bucay