ESTAMOS AQUÍ PARA RECORDAR
El
secreto más profundo es que la vida no es un proceso de descubrimiento, sino un
proceso de creación.
No
os descubrís a vosotros mismos, sino que os creáis a vosotros mismos de nuevo.
Tratáis, por lo tanto, no de averiguar Quienes Sois, sino de determinar Quienes
Queréis Ser.
Hay
quienes dicen que la vida es una escuela, que estamos aquí para aprender unas
determinadas lecciones, que una vez “graduados” podremos continuar con otros
objetivos mayores, liberados ya de las cadenas del cuerpo. ¿Es eso cierto?
Es
otra parte de vuestra mitología, basada en la experiencia humana.
¿La
vida no es una escuela?
No.
¿No
estamos aquí para aprender?
No.
Entonces ¿por qué estamos aquí?
Para
recordar y re-crear Quiénes Sois.
Os
lo he dicho una y otra vez, y no Me creéis. Pero así ha de ser; ya que,
verdaderamente, si no os creáis como Quienes Sois, no podéis ser.
He
escuchado a un maestro tras otro decirnos que la vida es una escuela.
La
escuela es un lugar adonde uno va si hay algo que uno no sabe y quiere saber.
No es un lugar adonde uno va si ya sabe algo y simplemente quiere experimentar
su sabiduría.
La
vida es una oportunidad para saber
experimentalmente lo que ya sabéis conceptualmente. No necesitáis aprender nada
al respecto. Necesitáis simplemente recordar lo que ya sabéis, y obrar en
consecuencia.
Empecemos
por aquí. El alma - vuestra alma - ya sabe todo lo que se puede saber en todo
momento. Nada se le oculta, nada desconoce. Pero saberlo no es suficiente. El
alma aspira a experimentarlo.
Podéis
saber que sois generosos, pero a menos que hagáis algo que demuestre
generosidad, no tenéis sino un concepto. Podéis saber que sois amables, pero a
menos que hagáis algo que demuestre amabilidad con alguien, no tenéis sino una
idea sobre vosotros mismos.
El
único deseo de vuestra alma es convertir ese magnífico concepto de sí misma en
su mayor experiencia. En tanto el concepto no se convierta en experiencia, todo
lo que hay es especulación.
Por
primera vez, existían esto y aquello, completamente separados lo uno de lo
otro. Y aun así, existían simultáneamente; tal como sucedía con todo lo que no
era ninguno de los dos.
Así
de repente existían tres elementos: lo que está aquí; lo que está allí, y lo
que no está ni aquí ni allí, pero que debe existir para que aquí y allí
existan.
Es
la nada lo que sostiene al todo. Es el no-espacio el que sostiene al espacio.
Es el todo el que sostiene a las partes.
Esa
nada que sostiene al todo es lo que algunas personas llaman Dios. Pero eso
tampoco resulta acertado, puesto que sugiere que existe algo que Dios no
es; a saber, todo lo que no es “nada”.
Pero Yo soy Todas las Cosas - visibles e
invisibles -, de modo que esta descripción de Mí como el Gran Invisible, la
Nada, el No - Espacio, una definición de Dios esencialmente mística, al modo
oriental, no resulta más acertada que la descripción esencialmente práctica, al
modo occidental, de Dios como todo lo visible. Quienes creen que Dios es Todo
lo Que Es y Todo lo Que No Es son quienes lo entienden correctamente.
Al
crear lo que está “aquí” y lo que está “allí”, Dios hizo posible que Dios se
conociera así mismo. En el momento de está gran explosión de su interior, Dios
creó la relatividad, el mayor don que se hizo nunca a sí mismo. De este modo,
la relación es el mayor don que Dios os hizo nunca. A partir de la Nada surgió el Todo; por
cierto, un acontecimiento espiritual del todo coherente con lo que vuestros
científicos llaman la teoría del Big Bang.
Como
todos los elementos se hallaban en movimiento, se creó el tiempo, puesto que
algo que primero estaba aquí luego estaba allí, y el período que empleaba en ir
de aquí a allí resultaba mensurable.
Exactamente
como las partes de Sí mismo visibles empezaron a definirse por sí mismas, unas
“en relación” con las otras, así sucedió también con las partes invisibles.
Dios
sabía que, para que existiera el amor - y se conociera sí mismo como puro amor
-, había de existir también su contrario. Así, Dios creó voluntariamente la
gran polaridad: el opuesto absoluto del amor -
todo lo que el amor no es -, que ahora llamamos temor. Desde el momento
en que existía el temor, el amor podía existir como algo que se podía
experimentar.
Fuente: Un curso de Milagros.
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