Cuento sobre la queja.
Llega un discípulo a un templo zen cuya regla era el silencio
y sólo se podían decir dos palabras por cada año.
Los venerables (dos) le dan las tareas que deberá realizar
ese período y al finalizarlo, le preguntan las dos palabras. El discípulo
piensa, y dice: Comida fría.
Los venerables se maravillan de cómo el muchacho estaba
progresando y pudiendo resumir tan bien sus vivencias. Al cabo del próximo
período de 12 meses, cuando le preguntan las dos palabras, el alumno, muy
concentrado al fin responde: Cama dura.
Todas las observaciones eran bienvenidas en el monasterio y
los monjes trataban de mejorar la estadía de los alumnos.
Cuando llegó el fin del tercer año, y le preguntan al
muchacho sus dos palabras para esta reunión, éste dice: “ME VOY”.
Cuando los venerables quedaron solos, el mayor expresa: ¡Esto
se veía venir!... Estaba todo el tiempo quejándose. En estos tiempos que corren una constante es la queja por lo que no
podemos tener, sin percatarnos de todas las bendiciones que recibimos cada día.
Aceptar el pasado tal como fue
nos ayuda a afrontarlo con valentía, reconciliarnos con él y avanzar logrando
cambios en el presente. En definitiva hacer buenas migas con el pasado nos
nutre y fortalece para vivir el presente y abonarlo con alegría y aceptación.”
En un mundo donde las cosas están pasando muy de prisa, se
nos exige mucho más en cada situación de vida tanto laboral, emocional,
familiar, de amistades, nuestras
pasiones favoritas, y así sucesivamente; no estamos de acuerdo en nada y nos
cuesta entender a los otros, nos cuesta escuchar y un sinfín de cosas para el
despertar y evolucionar el estado de conciencia. En esta era del crecimiento donde no ya no se llaman las cosas como hasta
hace poco, por ejemplo: antes era crisis, ahora son cambios, antes era un
gamberro, ahora es un transgresor, así vamos cambiando, donde el reloj
despertador sonaba tic-tac, tic-tac, ahora suena riiiiiiinnnnnnggggg! Todo es
parte del cambio, de la globalización, y de la tecnología.
Todas estas situaciones nos ponen en el disparadero, porque
con tanto estrés y exigencias, se nos ha olvidado que en los pequeños detalles
y en el amor verdadero es donde se encuentran los propios valores de lo que
necesitamos
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