¿QUÉ DESPUES DE LA INFIDELIDAD?
11/07/2008 por Dr. Amauri Castillo Rincón -MsC
“SI TUVIERA DOS VIDAS TE REGALARÌA UNA; PERO LA ÙNICA QUE TENGO TE LA OFREZCO PARA HACER UNA SOLA CONTIGO.”
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¿Cómo actuar frente a la infidelidad sexual luego de que se produce?
Para el ofendido su sorpresa, orgullo
herido, dolor y frustración no dan tiempo para el análisis racional de
la situación, sino para la acción inmediata y violenta de rechazo. Sin
embargo, antes de abordar la actuación posterior, conviene analizar
someramente los antecedentes previos al suceso.
Tomaré como referencia un caso de la vida real, como textualmenteque me fue propuesto por una de mis lectoras:
“Descubrí que mi esposo me
fue infiel, él me explicó y que está muy arrepentido, porque me quiere y
que no sabe que le impulsó a hacerlo. Sólo tuvo contacto sexual una vez
para quitarse esa inquietud y que esa relación ya no existe. Yo lo amo y
no se como manejar esto. Tengo tanta rabia, frustración y hasta dudo de
mi capacidad sexual. Quiero perdonarlo pero tengo miedo que luego se
vuelva a repetir, pero es que tampoco quiero perderlo porque salvo esto,
él es muy considerado conmigo, agradable y sé que me ama. “
La infidelidad sexual no se produce por
un impulso momentáneo; se trata de un proceso acumulativo de
insatisfacciones que desencadena en una actuación cargada de emotividad,
frustración, perturbación, confusión, y a veces, irracionalidad.
Es el triunfo de la originalidad sobre la
cultura, actualizada por una reacción animal instintiva que supera
principios éticos que soportan la relación de pareja. La permanente
lucha del hombre civilizado con su herencia atávica: atracción heterosexual y cópula.
Para el ofendido, el acto desleal
violenta los sentimientos, los pactos de amor y solidaridad que
produjeron la unión, afectando la fe, confianza, seguridad en si mismo y
en la relación: el mundo se pone… oscuro.
Para el ofensor, la fantasía y debilidad
dan paso a la realidad. Al momento fugaz de supuesto goce -que la
mayoría de las veces no es nada extraordinario- sigue la perturbación,
angustia y sentimiento de culpa; los remordimientos y tardía
racionalización de las consecuencias cobran un precio demasiado alto,
que algunas veces destruye años de esfuerzos, dedicación y… sueños.
La reflexión llega tardíamente, pero…
llega. El mundo se pone pequeño y la vida se hace… miserable. El mal
está hecho y la sensación es la de un callejón sin salida. Para los dos
es un momento aciago, en el cual se encuentran solos, porque nadie
puede ayudarlos. El shock da paso al temor a las consecuencias, y ambos,
emocional y mentalmente desestabilizados se preguntan: ¿Y ahora qué?
En muchos casos, se trata de personas que
por años han tenido una conducta apropiada de fidelidad y consecuencia,
pero quienes en un momento dado, por razones que ellos mismos no pueden
racionalizar, cometen un error. Surgen entonces algunas interrogantes:
¿Debe condenarse sin término de juicio?
¿No tiene ningún valor su actuación consecuente, honesta, leal y solidaria frente a un acto equivocado?
¿Cuándo se unen dos no se aceptan con sus virtudes y defectos?
¿Acaso la solidaridad no es en las buenas y en las malas?
¿No es cuando nuestro par tiene problemas cuando màs requiere nuestra ayuda?
Frente al suceso fáctico sólo queda una
opción válida, inteligente, sincera y valiente; controlar el dolor, la
ira de uno y la tendencia a la justificación del otro, en pro de
analizar los factores incidentes que desencadenaron la situación,
poniendo por delante la verdad para decir, sin ambages y falsos
prejuicios, lo que se siente que ha fallado en la relación.
De ese análisis sincero surgirá la
realidad de cuándo se inició el proceso de deterioro, cómo y porqué se
produjo; pero también por qué no fue advertido y tratado a tiempo. Si
predomina la verdad y no la justificación, ambos, de alguna manera,
consciente o inconscientemente, en mayor o menor grado resultarán con
incidencia de culpa.
Si la llama del amor se mantiene viva, la
frustración y el temor darán paso a la reflexión sobre valor de lo que
se está en juego. La aceptación de la actuación errada, la solicitud del
perdón y la contrición resarcirán el dolor. La nobleza y generosidad,
hermanas gemelas del amor propiciarán el perdón y… el olvido.
El tiempo dará oportunidad al ofensor de
compensar con creces sus errores y el ofendido se sentirá satisfecho de
haber tenido la altura espiritual, que se requiere para perdonar y
olvidar, con lo cual salvó la relación.
Si por el contrario, no obstante
habérsele dado la oportunidad de corregir definitivamente el entuerto,
el ofensor resultare reincidente y se terminare la relación, no sería el
ofendido el gran perdedor; porque para èl, en el camino de la vida, en
su misma vía, en sentido contrario, otros vienen en busca de lo mismo,
con idénticos deseos, ambiciones y sueños; en un momento, sin importar
como ni cuando, se encontrarán, sentirán que llegaron a su destino y se
producirá el milagro: el amor nuevamente tocará la puerta y… deberá
abrírsele.
Por su parte, quienes no tienen
suficiente amor, generosidad y nobleza para entender que la pareja no es
de ángeles, sino de seres humanos con virtudes y defectos, ambos
tratando de ser mejores en un mundo complejo y progresivamente
insensible a la ternura, consecuencia y solidaridad humanas, en una
situación de infidelidad dejan que sus más radicales sentimientos
decidan la situación, y el resultado siempre es el mismo: irreflexiòn,
incomprensión, odio, rencor, frustración, revanchismo. Como
consecuencia, soledad y tristeza, para lo cual por cierto no se requiere tener una pareja.
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